Arlt y Guiraldes, Enrique Medina

Roberto Arlt se ha levantado feliz. Su colega y ex jefe Ricardo Güiraldes lo ha despertado por el teléfono fijo (por principio, Arlt se niega terminantemente al uso estólido del celular) para felicitarlo por la linda presentación de Los Lanzallamas en el salón de Argentores, hermosa continuación de Los Siete Locos, le dice. Para Arlt el llamado es importante porque le infunde fuerzas y poder seguir en la brecha. Al prender la computadora, con la intención de continuar el primer capítulo de Las explosiones, novela final del tríptico literario conformada con las dos anteriores, en la que está enchufado de cabeza porque ya se mete
directamente, y en serio, con la política, piensa que en realidad su cajetilla amigo y gran bailarín de tango lo ha felicitado con recelo, porque, aun con su delicadeza acostumbrada, le ha recriminado, con devota diplomacia, el agresivo prólogo. Recapacita Arlt que Ricardo, en realidad, le habló más del prólogo que del libro. Hasta en broma le dijo que históricamente será, quizá, mucho más comentado que la propia novela. Y ambos rieron, pero Arlt nervioso. Ricardo, piadoso, le dijo que el ataque a Joyce está de más y lo de “prepotencia de trabajo” me suena muy anarco, y hasta algo pendejo, si me permitís, aunque reconozco que a las nuevas generaciones “esclarecidas”, jajá, pueda parecerles profético y estimulantemente batallador, che; lo de ningunear a la crítica puede pasar, pero, por sobre todo, eso de decir que la gente es idiota..., qué sé yo, Roberto, bueno, ¿cómo decirte?, pensá, ya es demasiado, ¿no te parece...? Sé que tu actitud siempre es a la defensiva, pero, no sé... La próxima publicación de un texto así, si querés, pasámelo y yo le echo una mirada, si no te ofende, ¿eh? Una cosa es escribir como periodista, y otra... Acordate de que cuando te sugerí “El Juguete Rabioso” en lugar de “La Porca Vita”, quedaste muy conforme y me lo agradeciste diciéndome que el éxito del libro mucho se debía al título... Arlt medita y, antes de arremeter eufórico con su nueva novela, ingresa al correo de Yahoo. ¡Vaya, una satisfacción...! El amigo Marcos le ha enviado un mail alentador: Hola, Roberto, buen día. Ayer salió publicada una reseña que hice sobre Los Lanzallamas en el periódico Irreverentes, aquí va el link. Arlt cliquea el link y lee las bondades de su amigo. Auspicioso comienzo, rumia; abandona el link y vuelve al mail: Disfruté mucho de la lectura. Por un lado, me encantó reencontrarme con el eco de tu anterior Los Siete Locos y escuchar nuevamente a tus personajes únicos sin descuidar tu estética, que busca expresar ideas y sensaciones tan personales. Fue un placer escribir este artículo. Ojalá te guste. Ah, como fan y lector, estoy feliz de tener mi ejemplar firmado. Un gran abrazo... Roberto Arlt siente un ahogo en el pecho como a veces lo sufren sus personajes. Sin duda es el cigarrillo, se distrae de mentira a verdad pretextando en falso. Manto de piedad. Se olvida y abre otro mail, muy querido porque es de ella, la que nunca podrá ser: “¡Claro que valen tus lanzallamas, todo suma, Roberto querido! Termino el Don Segundo Sombra que me recomendaste, y corro a comprar el tuyo. Yo sólo había leído Capdevila, Hugo Wast, Fray Mocho, también leí un librito de un tal Borges, ¿lo conocés...? Y tu otro amigo, Nalé Roxlo, ¡qué lindo su poema ‘El grillo’, va a caminar! Tenés amigos que escriben todavía con pluma de ganso y vos dale-que-dale con el hacha y el martillo, ja, ja, ja... Te mando un beso enorme, y avanti con el nuevo libro... Arlt se acomoda el mechón rebelde que por más que haga siempre termina colgado en la frente y, algo decepcionado, nota en el espejito firuleteado que le regaló ella que se le está raleando el pelo. ¡Claro que conoce al “tal Borges”! ¡Cómo no, si es la literatura finoli de los académicos que le llevan la contra! También ve en el espejito, como escribió Capdevila, que hay arrugas en la frente. Así que Don Roberto se asume vivo y le responde a la que pudo ser y no quiso. Hola, linda: tanta es la telepatía que anoche soñé mal con vos (es decir, bien para mí...) Entonces me dije, entre sueños, mañana le escribo. Y escribir es como poner la cabeza en el cepo, sin agredir, claro. Quiero decir, sin duda, que cada vez que uno publica un libro uno apoya blandamente su cabeza esperando que la guillotina caiga vertiginosa y salvadora. Dicho con dulzura, es poner la cabeza en el agujero para recibir el naranjazo, ja, ja, ja... Somos humanos, che... El mundo no perdona a los débiles. Hay que tener el espíritu de Almafuerte: No te des vencido ni aun vencido... Bueno, querida señora, gracias por tu mail. Cuidate. Iré a hacerme un café largo para ahora y de paso que quede para después del almuerzo. Te cuento que, a pesar de acostarme tarde por el cierre del diario, debo levantarme temprano por las obligaciones que tengo, debo alimentar a los gatos y regar las plantas y darle zapallito a la tortuga. Te diré que te comportaste más que bien en mis delirios, hasta diría que soberbia y bastante pujante, ja, ja, ja... ¿Cuánto hace que nos conocemos, señora...? Se me cuida entera, que ya le conozco los secretos, che, aunque eventuales, efímeros, y pretendan diluirse, ¿se entiende?, no importa... Don Roberto Arlt cierra el correo y abre el Word. Se acomoda el mechón ya canoso. En realidad esta página es pura ficción, piensa, otro capítulo de la próxima novela, no más. Vos, querido Güiraldes, ya habías muerto sin enterarte de mi enorme suerte con los libros publicados. Y vos, querida amiga, sos un sueño inalcanzable que aún me estimula vanamente, ¿cuánto hace que te sueño...? El suficiente tiempo como para que nos hubiéramos acariciado, nos hubiéramos querido y ya nos hubiéramos separado para estar acorde con estos tiempos apremiantes. Todo ello porque en este momento, temerosos de no haber apostado ayer nuestra ternura, nos conformemos como simples amigos deseándonos alegrías en palabras convencionales por medio de esta máquina ilusoria que miente unir cuando en verdad, execrable, neutraliza, haciéndonos creer que estamos vivos aunque, a pesar de todo y en orgullosa soledad, yo tenga ánimos para continuar. Arlt considera que debe ponerle el punto final a la nota cuando suena el teléfono fijo. ¿Quién será el personaje que se quiere colar? Arlt atiende, hola. Hola, dicen del otro lado; ¿hablo con Roberto Arlt...? Sí... Ah, soy Borges, Ricardo me pasó su número, aunque nunca nos cruzamos ambos hemos trabajado en el mismo diario con usted, yo publicaba ahí mis textos, soy un escritor de cuentos que nunca escribirá una novela. (Silencio.) ¿Me escucha, Arlt...? Sí, claro que sí, ¿cómo está, Borges...? Bien; quería saludarlo por su nuevo libro y avisarle que estoy garabateándole el Iscariote del juguete rabioso, y, si no le molesta, leérselo, o mandárselo, si me da su mail... (Silencio.) ¿Me escuchó, Arlt...? Sí, Borges... Ah, bueno, porque los celulares andan como la mona; al menos éste todavía anda bien; ¿qué me dice, se lo leo o se lo mando...? (Silencio.) Escuche, Borges, ¿usted me está cargando...? No, claro que no, ¿por qué dice eso...? Borges, yo nunca hablé bien de usted, lo traté de “españolizante”, “desorientado” y no sé qué más... Bueno, Arlt, no se preocupe, en realidad en estos tiempos tan proclives al fracaso humano eso no es hablar mal, sólo es ser algo desdeñoso, pero el tiempo cura estos detalles, vea, yo soy igual, y es bueno ser así porque entonces nos cargamos de culpa y esto nos ayuda para definir el comportamiento de nuestros personajes, y quizá mejorarnos... Bueno, ¿qué decir?, gracias por llamarme, Borges, si a usted le parece, me gustaría que nos encontremos en un bar y que tomemos un café, de verdad me gustaría... De acuerdo, si te, si le parece..., ¿podemos tutearnos, Roberto...? ¡Por supuesto!, soy yo quien se lo pide... Bien, como debo acompañarla a Victoria que quiere comprarse una casa en Mar del Plata y vuelvo en una semana, lo llamo, te llamo y convenimos; de todas maneras, si le parece, deme, ¡dame! tu mail y te aviso con tiempo... Bárbaro, Georgie, ¿puedo llamarte Georgie...? Claro, ¡soy yo quien te lo pide!, ja, ja, ja... Georgie, ¿Victoria qué dice de mí...? ¿Te preocupa eso?, hay que entender que ella además de exigente es una persona que en el arte, ¿cómo decir?, es amante de lo clásico, pero si te parece hago un arreglo y en una de esas tomamos un té con ella en Las Violetas, o en La Fragata, ¿te parece...? Me parece bien, de acuerdo, entonces anotá mi mail, ¿querés?, ¿tenés para anotar...? Como escritor se supone que debo tener una birome por obligación, como el soldado su espada... Ja, ja, ja, Georgie, yo, yo leía todo lo que publicabas en Crítica ¿sabés?, no te verseo, te lo digo en serio... Es grato saber de buena tinta, Roberto... Bueno anotá, dale, porcavita, todo junto ¿viste?, y en minúscula, luego arroba...


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